jueves, 27 de noviembre de 2008

Ser o no ser... sociedad civil

por Gretchen Sagaseta, Víctor Hugo Rodríguez y Andrea Flores

Todos los días es lo mismo, leer el periódico en nuestro país se ha vuelto alto tortuoso pero obligatorio que necesitamos hacer para por lo menos darnos una idea de por qué calles no debemos circular, ya que o se encuentran cerradas por alguna manifestación violenta, una marcha pacífica o con algún problema de seguridad. La lista de malas noticias es interminable, pero con sólo leer los titulares podemos estar seguros de las cosas no mejorarán para mañana. El problema es que la información derivada de todo esto trae consigo una interpretación más compleja, pues entender la situación actual del país es algo complicado y que ni el gobierno ni la sociedad civil por sí mismos pueden resolver; tanto económica como socialmente nos encontramos en un momento de crisis; por donde quiera se respira un aire de protesta e inconformidad que para poder entenderlo tenemos que remontarnos a las bases históricas que son las responsables de que los jóvenes estemos heredando una nación a punto de explotar.


Primero, tenemos que ubicarnos en una época de cambios a los que tenemos que poner interés, y para entenderlos, primero hay que analizar a nuestro gobierno y ver que México se ha caracterizado por ser un país en el que la forma de gobierno se ha tergiversado disfrazada de un presidencialismo por una supuesta elección democrática popular. El problema radica principalmente en que desde los inicios de la vida moderna del país, entendiendo por ésto a partir del final de la revolución mexicana en 1917, el poder ejecutivo de la nación ha cambiado de representante, sin embargo este cambio se ha disfrazado de democracia, en donde la figura del presidente cambia junto con el sexenio. Sin embargo, el verdadero dirigente del país continúa, aunque encubierto, manipulando el destino de la nación. Tal es el caso del General Calles, quién ejerció el poder durante el denominado “Maximato” (1928-1934) en el cual se supone que fueron tres personas quienes ostentaron la presidencia de la república por periodos separados, cuando la realidad es que era Calles quién ejercía el poder y tenía toda la influencia sobre las decisiones que estos presidentes, Portes Gil, Ortiz Rubio y L. Rodríguez, ejercían bajo su mandato. Posteriormente Lázaro Cárdenas toma el poder de una manera independiente y sin la influencia de Calles, siendo éste quien se convierte en el iniciador de una nueva dinastía: el PRI, que duraría mucho más años de lo que duró el Maximato, o si nos vamos más atrás, el Porfiriato de Díaz. Esta dinastía se extendería aproximadamente desde los principios de los años 30 hasta el final de la década de los 90, aunque su esplendor, conocido como “El Milagro Mexicano” se logra en la década de los 50, debido en gran parte al resultado de proyectos a largo y mediano plazo, característica fundamental que hizo del presidencialismo un esquema tan exitoso en un país que carecía de orden y firmeza para llevar a cabo planes de gobierno de diferentes políticas. El régimen de un partido hegemónico oculto bajo ideales de democracia fue precisamente una estructura similar a la que Calles llevó a cabo durante el “Maximato”, situación que logró hacer del presidencialismo priista una forma de gobierno que entregó resultados, y cohesión social a una nación dividida y polarizada. Esta estrategia, que llamaremos “gobierno encubierto”, fue la que se mantuvo a la cabeza durante la época del priismo a partir del periodo de Lázaro Cárdenas, recayendo cada cambió de sexenio en la familia priista, siendo ésta la encargada de administrar el país a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

Cuando cayó el PRI como partido hegemónico, todo parecería indicar que el poder recaería nuevamente en manos de una figura presidencial autónoma, pero la realidad es que no fue así, pues con esta transición de partidos renació una nueva estructura de “gobierno encubierto” que en lugar de dar el poder a una “familia partidista”, lo entregó a los empresarios. Basta con ver que TELMEX paga sólo un 2% de impuestos para saber quien es el que gobierna.

Volvamos la mirada atrás y analicemos el porqué de la necesidad de incurrir una y otra vez en estrategias como la del “gobierno encubierto”. Durante la Revolución Mexicana se libraron tres principales luchas con objetivos completamente diferentes; en el norte Villa quería una reforma industrial, en el centro Madero encabezaba un movimiento contra la reelección, mientras que en el sur, Zapata pedía una revolución agraria. Las tres tenían como común denominador que estaban en contra del gobierno de Porfirio Díaz, por lo que decidieron unirse como estrategia militar para así debilitar a la milicia del gobierno (es más fácil que se unan tres contra uno a que luchen todos contra todos). Cuando termina la revolución y debido a que cada uno de los tres frentes luchaba por ideales diferentes, comienza la lucha entre estos tres sectores por el poder, una lucha caracterizada por incontables traiciones, y matanzas que amenazaban la seguridad de la nación y fracturaban a ésta debilitándola y estancándola. Es hasta que el General Calles toma la presidencia cuando las cosas comienzan a estabilizarse. En esa época, debido a la diferencia de intereses, la estabilidad política de la nación era muy frágil, por lo que era necesario que el poder cayera en manos de una figura fuerte, sólida y con los contactos necesarios para unir a los tres frentes diferentes en pro de realizar una nación progresista y unida. Cuando termina el mandato del General Calles y debido a la reciente revolución que como uno de los lemas tenia la leyenda de no reelección, al General Calles le fue imposible continuar en la silla del poder presidencial, sin embargo designó a gente que sabia podía controlar y manipular, para que el General Calles pudiera ejercer la unidad nacional durante los 6 años que duró el mandato de estos presidentes. Posteriormente Lázaro Cárdenas logra derrotar a Calles, dando lugar a la historia que todos ya conocemos.

Pero, si bien es cierto que el presidencialismo no es justificable moralmente, es cierto que debido a la extensión del país y su enorme diversidad social, México es una nación fracturada, ya que es muy difícil tomar en cuenta todas las diferentes visiones y necesidades de los habitantes, y por ende, lograr la felicidad y bienestar de todos, sobre todo cuando no existe la pluralidad en el poder. Es esta la razón de porqué el presidencialismo nace como una medida que asegure la estabilidad del país al seguir un mismo enfoque, el cual garantice una visión única que permita la realización de proyectos a mediano y largo plazo de una nación. Una vida plural y realmente democrática hubiese sido muy peligrosa para la nación si se hubiera implantado inmediatamente después de la Revolución, ya que se encontraba débil y atrasada tras varios años de luchas sociales, por lo que sentarse a debatir y enfrentar diversos puntos de vista sobre cómo debe funcionar y gobernarse una nación que en ese momento era inexistente, resultaba cínico y muy peligroso ante los ojos de invasores extranjeros. Pero por otro lado, si bien es cierto que en el momento, esta forma de gobierno tuvo ventajas, a largo plazo también trajo muchas desventajas, tales como la abolición de la sociedad civil y la falta de participación de esta en la política del país. Ambas vinieron como consecuencia de estar tanto tiempo dentro de un gobierno unitario, y que al debilitarse, la sociedad tuvo que dar un giro de 180°, pues de estar en un gobierno unitario, paternalista y que nos resolvía la vida, pasamos a que hoy en día, con el debilitamiento del presidencialismo, la sociedad tiene un mayor control sobre el gobierno y muchas decisiones que no sabe manejar ni aprovechar. Esta incapacidad de la sociedad civil mexicana para manejar su poder se debe a que el pueblo estuvo durante muchos años sin poder opinar, decidir y ser partícipe de las decisiones gubernamentales. Lo que sucedió en el país es lo mismo que sucede cuando a un hijo se le tiene sobreprotegido y no se le da espacio para que aprenda a tomar sus propias decisiones sustentadas en la responsabilidad, situación que da lugar a que cuando crezca o falte uno de sus padres, no tenga la capacidad de manejarse solo responsablemente y hacer uso de su libertad de manera consciente, y aunado a esto puede ser que pasen dos cosas, la primera y menos radical es que nunca la use y dependa toda la vida de decisiones ajenas aunque no siempre le beneficien, y la segunda es que quiera llevar a tal grado su libertad, que no la sepa controlar y caiga en el libertinaje de hacer lo quiera y rebelarse contra las reglas que siguió toda la vida. Trasladado a la sociedad mexicana, estos dos escenarios se presentan hoy día de una manera muy clara, ya que por un lado hay personas que aunque ya pueden tener una participación ciudadana activa y acceso a la información pública no lo hacen, y por eso tenemos que muchos ciudadanos muestran una indiferencia que resulta problemática y se abstienen de votar. Pero por otro lado, también tenemos personas que se expresan demasiado y que abusan de sus derechos a tal grado de violar los ajenos, ejemplo de esto son la exagerada ridiculización de los gobernantes por parte de los medios, los altos índices de delincuencia, los odiados movimientos sindicales y el desconocimiento de las instituciones. Para no irnos más lejos sólo veamos el desordenes causados hace apenas unas semanas por las manifestaciones de los maestros del Estado de Morelos, que por ejercer desproporcionadamente su derecho a expresarse, violan el derecho de los demás civiles a transitar por las vías públicas al tomar las principales avenidas de Cuernavaca.

Evidentemente, nada de esto está bien, ya que lo único que se está haciendo es irse a los extremos, claro está que no podemos – ni debemos- permitir que se forme un autoritarismo que nos regrese al hiperpresdencialismo priista, pero tampoco queremos que se pierda totalmente el control y dárselo a la sociedad que no está lista para gobernarse. Por algo que existe una autoridad, un organismo cuyo deber es regularnos y mantener el bien común de todos los individuos o mínimo de la mayoría, y lo realmente triste es que estos dos problemas se han presentado por lo mismo, por el mal manejo del funcionamiento del balance y el contrapeso del poder.

A pesar de que lo correcto sea que la sociedad pueda opinar, ahora no debe perderse el control total por parte del Estado, pues no debemos de irnos a los extremos, hecho que sólo nos generará la pérdida y descontrol de poder. Ahora todo mundo se siente capaz de gobernar y esto también nos está llevando a tener cada vez más problemas de corrupción, pues ahora cualquiera que tenga dinero y quiera formarse una carrera política, ya no tiene forzosamente que llevarse bien y acomodarse con los líderes del partido hegemónico como se hacía antes, sino, peor aún, ahora para ascender en el poder se necesitan contactos que lo ayuden a uno a entrar a la mafia de la clase política –que siempre es la misma- para después quedar endeudado y al llegar al poder en vez de centrarse en lo problemas del pueblo, los nuevos políticos sólo están buscando la manera de regresar los favores a quienes le ayudaron a recorrer el camino.

Es lógico que la sociedad esté buscando hacerse cargo de todo el poder, pues está mostrando su descontento hacia el statuo quo, pero en realidad nuestra sociedad civil mexicana no funciona y se encuentra muy dividida. En pocas palabras, es un caos, pues este organismo tan importante que debiera mantenerse coercionado e íntegro para funcionar como un frente que ponga límites al gobierno, está dividido en grupos con intereses disparados. Por otro lado, no tenemos un gobierno limitado, más bien lo describiríamos como un gobierno “paralizado” que simplemente no puede hacer nada debido a que son tantos los intereses dentro de él y la heterogeneidad fuera del mismo, que no puede concentrarse bien en un solo plan de desarrollo, además de que creemos que limitar al gobierno es atentar contra la vida del mismo, cuando no debiera ser así, pues una sociedad civil bien organizada no tiene por qué estar en conflicto con el Estado, ya que ésta debe de proporcionar “a los individuos y a los grupos el sentido de respeto por el Estado y el compromiso positivo”, lo cual todos ya sabemos que en México no sucede. Consideramos a éste primer factor como el más importante, por lo que sostenemos que no funcionamos como sociedad debido a la debilidad del mismo.

Cuando dijimos que hay intereses dentro de el gobierno nos referimos, además de al problema de corrupción ya señalado, a que tras la llegada de la oposición el gobierno se fragmentó, y si antes el ejecutivo dictaba las cosas de una manera y tenía a los poderes legislativo y judicial a su favor, ahora que están más diversificados, lo cual hace que dentro de la clase en el poder se formen grupos de apoyo o “mafias” que velan por sus propios intereses antes que por los de la nación, contribuyendo así al estancamiento y paralización del país.


Otro asunto que debe ser capitalizado para logar una reforma en la sociedad es el de los medios; antes de la década de los 90 no existían medios masivos electrónicos y todas las posibilidades de comunicación que estos ofrecen. Asimismo, la atmósfera de medios de comunicación tales como televisión y radio se sometían a fuertes controles de contenido dentro de los cuales no existía una absoluta libertad de expresión, y en muchos casos se realizaba una autocensura por medio de los propios medios con el fin de no molestar a gente dentro de las instituciones gubernamentales o convertirse en una amenaza para las mismas. A la par del control y la censura, el gobierno buscaba extinguir la expansión de diferentes ideas que iban en contra de la voz institucional, con el fin de manejar una sola imagen y evitar cualquier tipo de oposición que pudiera movilizar a la población. El problema es que nos fuimos al otro extremo y ahora pareciera que las televisoras y los medios impresos compiten por ver quien ridiculiza mejor la política, lo cual, a nuestro parecer se ha vuelto una nueva estrategia para tener entretenida a la población.


Después de analizar mediante el contraste a nuestro gobierno y a nuestra sociedad civil, la situación actual del país se resume en una sola palabra: división. Hay una marcada barrera entre ambos organismos, y a su vez, estos dos también se encuentran por dentro fragmentados, pues nadie le da importancia a la tolerancia y al diálogo, todos queremos que se nos resuelvan nuestros problemas al momento sin dar espacio a que sea el gobierno quien organice las prioridades. Sin embargo, está en manos de nosotros, los jóvenes, dar fuerza a la sociedad civil, uniéndonos y, sociológicamente hablando, organizarnos de acuerdo a una solidaridad mecánica que ayude a formarnos una conciencia colectiva que se apoye en revivir los valores que antes nos unían, tales como el patriotismo, la religión y las instituciones, sin la necesidad de regresar a un régimen autoritario o de un presidencialismo exagerado, sino que cimiente las bases de un nuevo régimen construido por los ciudadanos, para lo cual es importante que la juventud se comprometa y se abstenga de no votar y de no estar informado, ya que si no nos ocupamos nosotros mismos de decidir quien va a gobernarnos, así como de documentarnos para poder elegir razonadamente y no sólo siendo víctimas del marketing político –que es quien en realidad decide por nosotros -, nadie lo va a hacer, y si nadie lo hace, nunca podremos constituir una sociedad civil reformada con un criterio político que pueda ir gradualmente frenando los abusos del Gobierno y los partidos que tanto daño han hecho al país. Es nuestra responsabilidad, sabemos que estamos heredando un país donde la indiferencia aumenta junto con la población, pero recordemos la frase de Elie Wiesel y apliquémosla a estas reflexiones: “lo opuesto al amor no es el odio, es la indiferencia”, es lo que nos hace débiles e incapaces de resolver la infinidad de problemas que no vale la pena enumerar. El esquema a futuro de la sociedad mexicana aún es incierto, sin embargo, lo escenarios que se forman en la actualidad generan un terreno fértil para que nuestra resurrección como sociedad civil logree llevarse a cabo. Una vez más, la decisión a este futuro incierto recae en todos y cada uno de los integrantes de la sociedad. Ser sociedad civil o no ser sociedad civil, esa es la cuestión.